Calor, vacaciones y montañas
- Adrian Quiroga Cantú
- 31 mar 2015
- 3 Min. de lectura

Hemos vivido un largo invierno en Nuevo León. No fue un invierno muy frío en particular, sin embargo hemos resentido sus efectos. Empezando vacaciones de Semana Santa dicho frío se esfumó, casi un regalo de consuelo por parte del clima a los nuevoleoneses. Con el sol y los calores a los que estamos ya acostumbrados podemos aprovechar estos pocos días de descanso para darle una visita a los lugares de nuestro estado que no estamos familirizados del todo. Al menos eso fue lo que hice.
Monterrey es la ciudad de las montañas, eso es algo que nos enseñan con orgullo desde que llegamos a este mundo. Tenemos al Cerro de la Silla como símbolo de la Sultana del Norte, a la gran M de Chipinque como símbolo del municipio de San Pedro Garza García, tenemos las Grutas de García; en Monterrey nombras algo y te aseguramos que hay una montaña relacionada.
Pero no todo son picos fácilmente distinguibles desde la comunidad de tu casa. Tenemos la agradable ventaja que contamos con uno de los parques naturales más grandes de todo el país: el Parque Nacional Cumbres de Monterrey, ubicado en la Sierra Madre Oriental.Picos, valles, cañones, ríos, bosques, todo eso y más son ecosistemas que se localizan en el parque nacional. Albergan a cientos de especies animales y vegetales únicas, y todo a unos cuantos minutos de la ciudad.

A lo largo del camino se encuentran asentamientos llenos de personas que depende de las visitas para subsistir. Y si los matorrales y arbustos no son lo suficientemente pintorescos para tí en lo más alto de los serpenteantes caminos se encuentran cabañas de madera entre bosques de pinos para pasar un rato tranquilo lejos de los clamores de la metrópolis.
Sólamente a unos cuantos minutos pasando la icónica Cola de Caballo observarás cómo el panorama cambia repentinamente. Vueltas y vueltas darás mientras subes por las laderas de las muchas colinas que conforman la cadena montañosa. Verás acantilados y desfiladeros. Y mientras buscas un chicle que mascar para destaparte los oídos y apagas el clima del vehículo y abres las ventanas para dar paso al aire fresco y puro que sólo se encuentra a esa altura te darás cuenta que habrás dejado a la ciudad bajo tus pies.

Al principio no lo notarás, tu mente estará literalmente en las nubes. Pero cuando menos te lo esperes te encontrarás en un valle fresco, donde árboles que sólo ves en la sala de tu casa en navidad te harán exclamar "¡pinos!". Poco a poco estos gigantes verdes inundarán el paisaje como en una pintura. Y si en el automóvil llevas niños prepárate, porque los escucharás gritando de la emoción al ver las cabañas rústicas que adornan los acántilados. Te costará tiempo el reconocer que no estás en un pueblo olvidado bajo las Montañas Rocallosas, sino que estás en el pueblo mágico de Villa de Santiago. Y ahora entenderás porqué es considerado un pueblo mágico.

Si tu curiosidad y asombro continúan podrás cambiar otra vez de ecosistema. No le dirás adios a los pinos, sino un hasta luego cuando te encuentres en medio de un cañón rocoso. Entrarás por la puerta lateral a la famosa Huasteca de Nuevo León y te sentirás protegido por un muro imponente de piedra.
Y si te sientes cansado por tanta agitación no tienes de qué preocuparte, En medio del cañón un riachuelo de aguas tranquilas y claras como el cristal te invitarán a quitarte los zapatos. El agua fresca revitalizará tus pies y las águilas sobrevolarán tu cabeza.

Finalmente y después de toda la aventura decidirás el dar media vuelta. Porque no importa que tan asombroso sea el paisaje, ni que tan imponente te sientas al haber ignorado que tan hermoso paraje siempre ha sido tu vecino. Al final del día sabrás que allá abajo se encuentra tu ciudad, y en ella tu hogar.
Ésto fue lo que viví yo, al un día abrir la ventana y sentir la cálida brisa de un día de primavera.
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